La vida ha sido muy injusta conmigo, al punto de que un buen día en cierta conocida tienda de ropa interior una mujer afroamericana destrozó todas mis ilusiones cuando sin más me dijo mi copa (la real y no la que yo creeía) Desde entonces viví con la esperanza de que un día de la noche a la mañana todo cambiara, pero cuando cumplí ventie años me di cuenta de que ese tren hacía rato que se había ido de la estación, y como no creo en la cirugía cosmética, ahora tengo que pasar hasta mis días más miserables sin la posiblidad de mirar hacia abajo y ver unas boobs increibles que a todos hagan sonreír.
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